Estaba sentada sobre sus viejas revistas de Vouge, intentando comprender el por qué sus placeres la habían llevado a aquel desenlace, pensando en la manera de construir una maquina del tiempo que la llevase al comienzo de su pubertad, donde todavía no habían moretones sobre su delicada piel, donde tampoco habían mechones de pelo arrancados por placer. El cigarrillo que viajaba por sus largos dedos cada momento se extinguía más rápido, tal como también su juventud lo había hecho, aquel cigarrillo que la acompañó tantas veces en una esquina que cumplía el papel de oficina, donde las transacciones entre desconocidos y ella formaban parte de un ciclo repetitivo cada noche. Ahora no queda más que algunas monedas abandonadas bajo la cama, como si estuvieran escondiendo su presencia por la vergüenza de mirar tal escena, porque la pena realmente tomaba el papel principal en aquella habitación, todo se veía como en una película antigua, sin colores vivos, sin la compañía del sonido ni de actores secundarios que participen en la historia, solo estaba ella, sumida en una nube de ideas, solitaria como siempre, intentando encontrar en sus recuerdos algo que la hiciera feliz. Estaba cansada, su respiración involucraba solo un dejo de malestar, sus ojos demostraban cuanto había estado buscando solución a su existencia, el negro de su pintura se deslizaba desordenadamente por su mejilla, dirigida por una lágrima solitaria que se logró despegar de su rostro, sus piernas cruzadas tal como su madre le había enseñado cuando era pequeña, manteniendo todavía su esencia de señorita educada, incluso el cigarrillo que sostenía demostraba la delicadeza que predominaba en su existir, pero nada de esto le servía, ella quería que un resplandor iluminara su habitación, ella quería esperar que alguien cruzara esa puerta frente a sus ojos y que aquella persona le dijera que todo iba a estar bien, alguien que la abrazara por siempre y le dijera cuan bella era, alguien que limpiara sus mejillas con un beso, alguien que le diera esperanzas para seguir su vida. Ya habían pasado horas desde que su postura se mantenía, años desde que no sabía que era sentir amor, ya había perdido la cuenta de cuando fue su último te amo sincero, pero solo habían pasado unos minutos desde que su pecho gastado había dejado de hincharse gracias a unas cuantas pastillas y una copa de vino a medio llenar. Quizás en otro lugar encontraría su verdadero ser.
Suena - Al Bowlly - Guilty
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