La noche estaba entre mis dedos, yo formaba parte de lo que mirabas y aun así no pensabas en acercarte y dirigir una sola palabra, mis piernas tiritaban como un pequeño ciervo, y mis manos húmedas palpando la angustia del ambiente, como olvidar esos treinta pasos que diste en zigzag, y como mi corazón latió trescientas veces intentando salir de mi pecho para llegar junto al tuyo. Las luces eran altas y gracias a Dios podría ver tus ojos verdosos y brillantes, dentro de mi mente bailábamos, en una sala oscura con algunos tonos rojizos, yo te elevaba por los aires sintiendo tus manos en mis hombros, tú tarareabas la canción que a mi más me gusta, que bien me conoces. Paff, despertar así no es lo mejor. Sigues ahí, haciendo sonar tus tacos en las baldosas, tomando el papel protagonista en mi propia película, siendo más importante que yo en la escena del clímax, mientras mis pelos están alzados ante tal actuación solemne, es acá donde debería acercarme y recrear mi sueño del baile, tomarte por la cintura y robar tu aroma por el tiempo que necesite para olvidar que estás ahí sin mirarme nuevamente. Hasta ahora he contado setenta y cuatro pasos más, y mi corazón ya escapó quedando en el suelo, dando sus últimos latidos. Un joven guapo, que bordea el cielo con sus dos metros de altura, la espalda ancha y los brazos gruesos, ese seré yo en unos cuantos años más, te tomaré con fuerzas y seremos amantes eternamente ¡Cuanto puedo pensar cosas sin sentido! ese joven no soy ni lo seré, es quien realmente vino por ti, y ahora te sostiene en un beso naufrago buscando tus labios, es quien te llevará a soñar sobre viajes y lujos, quien realmente podrá estar contigo en el salón de baile con tonos rojizos, y quien te vestirá para que lo acompañes a banquetes importantes. Trecientos pasos es lo que logré contar antes de perder tu silueta subiendo a uno de los trenes que quizás te llevará a una vida mejor que la mía.
Suena: Le Moulin - Yann Tiersen ♫
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